31/07/2011
Dejar la bici aparcada en casa un fin de semana y sacar las cuerdas y toda la cacharrería de escalar, cuesta, pero cuando se presenta la ocasión la disfrutamos al máximo.
Esta vez el objetivo es el Midi por la Vira de la Embarradere, ruta fácil pero larga, una excursión en la que hay que caminar con las manos y la sensación de altura te acompaña todo el rato.
El sábado subimos a dormir al refugio de la Pombie, como está lleno y la noche la presentan buena nos dormimos bajo el cielo estrellado.
Suena el despertador mientras se hace de día, y comenzamos a caminar dando los primeros rayos en la cara sur del Midi.
Hasta el collado de Suzon se comparte camino con la subida Normal por las chimeneas, un mojón bastante grande marca el desvío.
A media ladera vamos hasta la brecha superior de Moundelhs y de allí saltamos al circo con el mismo nombre que la brecha, vemos el próximo objetivo, el collado de los Austriacos, punto en el que hay que equiparse y empezar a usar la manos para progresar.
Las chimeneas se alternan con travesías laterales por terreno herboso, poco a poco vamos rodeando el Midi siempre con tendencia subir, buscamos lo más fácil y si el asunto se complica es que nos hemos salido de la ruta, los mojones ayudan en los momentos de despiste.
Vemos el Gendarme y sabemos que no vamos mal, un paso atlético para llegar al collado y saltamos de nuevo al otro lado, la sorpresa es inevitable cuando vemos ante nosotros la Vira de la Embarradere cruzando la cara norte.
Recordamos a los pioneros que descubrieron estos caminos, el material que llevaban y el tiempo que invertían en hacer, lo que hoy hacemos en un fin de semana.
Subimos por la Vira en ensamble hasta que el muro se pone más vertical, improvisamos una reunión en un puente de roca y Alberto sigue los pasos de Marcos y Marthe.
El segundo muro comienza debajo de un nevero, buscamos lo más fácil por la parte derecha y en unos metros Marcos confirma la buena elección al encontrarse un clavo.
Pasos aéreos y caminata hasta el collado de la Fourche.
Descansamos mientras hacemos tiempo a que el grupo de franceses pasen las placas blancas y en que nos dejan el camino libre y el estómago a vuelto a tener con que entretenerse empezamos a encaramarnos al último tramo de la vía.
La placas no son díficiles, pero la bota no da tanta confianza como el pie de gato, menos mal de los friends que Marcos me ha dejado puesto y que psicológicamente ayudan.
Chimeneas, risas y cima, reponer energías y emprender el descenso, son las 18.30 y pronto se va a hacer de noche, hacemos cuentas de horas que faltan y dejamos la linterna a mano, sabemos que la vamos a utilizar.
Destrepamos las primeras chimeneas hasta llegar a la penúltima y de nuevo el grupo de franceses hace que nos tengamos que parar a descansar, dos rápeles y estamos en el suelo.
Volvemos a estar a la sombra, cada queda menos luz, llegamos a los prados del refugio, donde la tienda de Marcos y Marthe ha esperado todo el día, recogemos y aunque con la linternas en la cabeza caminamos con las últimas luces.
La oscuridad ya es total, un mar de nubes nos espera en el fondo del valle, el Portalet iluminado se deja notar bajo la capa blanca.
El cansancio y el hambre aparecen, según la animada conversación que hemos llevado todo el día, desaparece.
Llegamos al coche rotos, con los pies que gritan dentro de las botas, ha sido un día largo pero duro, de esos que nos gustan.